En la actualidad,
en algún momento del día, prácticamente todos los habitantes de América Latina,
tienen alguna interacción con la tecnología (especialmente la móvil) y el
impacto de las redes sociales ha modificado esencialmente las formas de
comunicación humanas especialmente en la forma de relacionarse. Esto se debe en
gran medida al avance de las tecnologías en toda la región. Recientemente un
estudio de la consultora GSMA[1]
mostraba estos indicadores:
A fines de
septiembre de 2014, había 718 millones de conexiones móviles en América Latina.
En la actualidad, las conexiones 2G representan el 60% del total, pero a medida
que los usuarios migren a banda ancha móvil este porcentaje se reducirá a un
20% para 2020, cuando se pronostica que se llegará a los 956 millones de
conexiones. A fines de septiembre, la tecnología 3G representaba el 39% de las
conexiones, un porcentaje superior al de la media global (32%). La tecnología
4G representa hoy solo el 1% de las conexiones, pero sin dudas, la cifra irá
incrementándose rápidamente con la aceleración del despliegue 4G en los
próximos años.
Ese impacto llegó
también a la relación que los ciudadanos tienen con los gobiernos, los políticos
y los funcionarios públicos. En la actualidad, Argentina, Brasil, Chile, Perú y
México, lideran el ranking de uso de redes sociales, especialmente Facebook, y
LinkedIn,[2]
y el consumo de servicios a través de móviles.
La gente ya está
en las redes y la tecnología y el acceso a internet permitió una versatilidad
de oportunidades de comunicación como nunca antes. Cómo potenciar esos
beneficios de la tecnología en la política pública, en la administración
interna del gobierno y en la relación del ciudadano con su gobierno, es el tema
de éste capítulo.
Del mismo modo,
si el uso de tecnologías de información y comunicación en el gobierno empezaron
siendo utilizadas para la informatización y manejo de información, ahora más
que nunca están cumpliendo un rol integrador y de inclusión, caminando
lentamente pero sin pausa hacia una “Democracia Digital” en el cual tienen un
rol fundamental la transparencia de las acciones de gobierno y el necesario acceso
de poblaciones más vulnerables, a instancias de acceso, formación, contenido e
información digital y sobre todo de alfabetización digital.
La construcción colectiva de una mejor democracia,
es ineludiblemente algo que trasciende las fronteras de cada país
latinoamericano. Es, en la actualidad, un desarrollo integral que estamos
obligados por la naturaleza de nuestra historia, a construir como región.
En la última
década hemos sido testigos de cómo nuestro pasado y nuestro presente están ineludiblemente
unidos. Desde cada rincón de las Américas escuchamos las mismas voces con los
mismos reclamos: más inclusión para las poblaciones más vulnerables, más
oportunidades para las mujeres, los niños y los jóvenes, más bienestar para la
población en general, más transparencia en el gobierno.
Ampliando el acceso a la tecnología de información y comunicación de toda
la población, podemos ayudar a achicar una brecha digital y educativa para
mejorar la calidad de vida de las poblaciones. Pero ¿será la tecnología un fin
en sí mismo? No. La tecnología como tantas veces se ha dicho, es una
herramienta, un sistema de servicios, pero como tal puede ser extremadamente
valiosa para la mejora de la gestión pública. Si la tecnología mejora y su uso
se masifica, sin duda mejorarán los niveles de apertura del gobierno y la
transparencia de la gestión.
La versatilidad,
la autonomía y la capacidad de acción que nos da la tecnología hoy en día a
todo nivel, es lo que necesitamos para potenciar aún más el alcance, los
resultados y las acciones del gobierno. La política pública puede beneficiarse
enormemente de personas capacitadas para usar sistemas de gestión y tecnologías
que permitan que los gobiernos sean más abiertos y que la relación gobierno –
ciudadano se transforme.
Todos los
gobiernos, no importa su tamaño, deben favorecer la formación y la preparación
de sus recursos humanos, en materia de tecnologías de gestión. Por eso es fundamental incentivar más que nunca la
profesionalización de la gestión pública, fomentando la participación de los
más capacitados, para promover altos estándares de excelencia.
Otras de las cuestiones
propias sobre el uso de tecnologías de gestión de gobierno nos plantean
preguntas sobre el uso de la tecnología y los desafíos que los gobiernos
enfrentan para poder colaborar eficientemente en línea y a través de las
diversas herramientas. Algunas respuestas han sido desarrolladas por Girard y
Perini,[3]
con motivo del análisis que los autores realizan sobre el impacto actual y
futuro de la sociedad de la información en América Latina y el Caribe.
Los autores se
preguntan si “seremos capaces de
aprovechar las posibilidades de colaboración que ofrece internet para crear
economías más significativas y sostenibles”,[4]
y a para ampliar esta la propuesta, nos animamos a preguntar si como región
estamos a la altura del desafío de compartir una serie de saberes, tecnologías
y servicios para hacer nuestros propios gobierno locales, regionales y
nacionales más productivos, compartiendo las mejores prácticas que aprendemos
año a año.
Uno de los puntos
más interesantes donde podemos hacer esa búsqueda de competencias, servicios,
sistemas y encuentros en América Latina es a través de la educación digital, la
educación en ciencias e ingenierías y el desarrollo de la creatividad. Es
decir, debemos buscar en esa diversidad cultural que nos hace heterogéneos y
que al mismo tiempo nos une.
La
Brecha Digital y La Brecha Democrática
En 2010 la
escritora Lynn Hunt desarrolló una tesis sobre los efectos físicos y los
cambios cerebrales que produjeron las novelas epistolares del siglo XVIII en la
organización de la vida social y política. Hunt describe en su obra “La
Invención de los Derechos Humanos”[5]
que las nuevas formas de leer (y ver y escuchar) y las historias introducidas por
las novelas de época, crearon nuevas experiencias individuales (empatía), que a
su vez hicieron posibles nuevos conceptos sociales y políticos (surgimiento de
la demanda de Derechos Humanos).
Del mismo modo que en siglo XVIII las novelas
cambiaron la forma en la cual millones de personas veían el mundo, la
tecnología de información y comunicación y el auge del internet y las redes
sociales, causan en la sociedad actual, el mismo impacto que causaron esas
novelas lo que lleva a la cultura actual a desarrollar pensamientos libertarios
y movilizaciones sociales.
Hunt va aún más
allá en su tesis sobre el impacto de obras culturales sobre el actuar colectivo
respecto de condiciones de identificación social, cuando afirma que el cambio
social y político ocurrido en el siglo XVIII se produce porque muchos
individuos han tenido experiencias similares mediante las interacciones con unos y con los otros, con lo que leen y
con lo que ven, crearon un “nuevo contexto social”[6].
Hunt sostiene que el apogeo de un género particular de la novela, la novela
epistolar, coincide cronológicamente con el nacimiento de los Derechos Humanos.[7]
Si a través del desarrollo
y divulgación masiva de las novelas epistolares el mundo pudo provocar esos sentimientos
de construcción social de la individualidad y el reconocimiento del otro,[8] volviéndose
más conscientes de su propia interioridad, así como la de todos los demás
individuos, cabe preguntarse ¿qué características está moldeando el uso de las
tecnologías en red en la actualidad y que consecuencias traerá a los individuos,
así como a la sociedad? Y del mismo modo, ¿qué derechos garantizaremos y de qué
manera mediante el uso de tecnología?
Para Pippa Norris,[9]
se trata de un fenómeno que implica tres aspectos principales que ella
identifica como la conjugación de la “brecha global” (que se presenta entre
distintos países), la “brecha social” (que ocurre al interior de una nación) y
la “brecha democrática” (que se refiere a la que existe entre quienes
participan y quienes no participan de los asuntos públicos en línea). La
pregunta que hace la autora toma ahora más relevancia que nunca.
Desde mediados de
1990 época en que se masifica el uso de Internet, se ha provocado una intensa
especulación sobre el impacto final sobre la economía, la sociedad y la
política. Para la autora, muchos han puesto su esperanza en que Internet será
una nueva y poderosa fuerza capaz de transformar los patrones existentes de
desigualdad social, el fortalecimiento de los vínculos entre los ciudadanos y
sus representantes, facilitando nuevas formas de participación pública y
ampliando las oportunidades para el desarrollo de una sociedad civil global.
Pero Norris además aventura que el uso y desarrollo de estas tecnologías
tendrían un doble filo que puede no resultar del todo esperanzador para las
sociedades más excluidas. Y aquí cabe la pregunta acerca de la forma en que Internet
está transformando las formas convencionales de activismo democrático: ¿la
tecnología viene a reforzar la brecha existente entre los tecnológicamente ricos y las poblaciones más vulnerables?
¿los grupos de interés y los gobiernos utilizan la Red para fomentar la
participación interactiva o la tecnología se utiliza como otra forma de bajar
informaciones desde sustratos superiores de la sociedad a niveles inferiores de
grupos sociales menos beneficiados?. Uno de los conceptos más interesantes que
desarrolla Norris es el de “Pobreza Informativa” (Information Poverty).
La primera edición de su libro ya cumplió 12 años
y uno de sus llamados es a entender que la brecha digital y la pobreza de acceso
a la información llevan a que se acreciente una deuda aun mayor que la Brecha
Digital: la Brecha Democrática, es decir, la pobreza a nivel institucional, de
los sistemas de gobiernos democráticos.
Norris le da un aspecto multidimensional al tema de la brecha digital
definiéndolo como un fenómeno en que confluyen tres cuestiones: “la brecha global,
en la cual incluye las divergencias en cuanto al acceso a internet entre las
naciones desarrolladas y aquellas en vías de desarrollo; la brecha social, que
marca las diferencias que existen entre quienes tienen acceso a la información
y quienes no, dentro de una sociedad; y finalmente la dimensión de la brecha
democrática”[10]
en la que enmarca a la gente que accede y usa las tecnologías para la
participación, movilización y desarrollo social.
[3]
“Habilitando la Apertura: El futuro de la Sociedad de la Información”, Bruce
Girard / Fernando Perini, Editores. Fundación Comunica, Montevideo. IDRC 2013.
[4] Ibid
[5] “La Invención de los Derechos Humanos”,
2009. Título original “Inventing Human Rights, A History”. Lynn
Hunt. 1ª edición, Tusquets, Buenos
Aires, 2010. Pag. 31 y 33.
[8] Ibid. Página 48. Hunt refiere en su
texto a los personajes de las novelas Pamela, Clarissa y Julia con quienes el
lector se identificaba y representaba su propia individualidad.
[10] Pippa
Norris. Digital Divide, Civic
Engagement, Information Poverty, and the Internet Worldwide, (Harvard
University Press, MA: 2001).